En el corazón de la Plaza 9 de Julio, en medio de la devoción al Señor y la Virgen del Milagro, militantes libertarios intentaron hacer política. La respuesta fue clara: rechazo, enojo y un grito unánime para que se vayan.
En Salta hay un tiempo sagrado que atraviesa a todos los sectores sociales y políticos: el Tiempo de Milagro. Durante la novena y hasta la procesión del Señor y la Virgen, la vida pública se ordena en torno a la fe popular más grande de la provincia. Todo, menos para La Libertad Avanza.
En un gesto que mostró más oportunismo que sensibilidad, militantes libertarios desplegaron una mesita proselitista en inmediaciones de la Plaza 9 de Julio, a metros de donde miles de fieles rezan, caminan y se preparan espiritualmente para la celebración mayor. La escena duró poco: los ciudadanos les hicieron sentir el rechazo con enojo y frases directas. “No respetan nada”, les recriminaban.
El repudio no se trató de un acto político aislado: fue la defensa de una identidad. Para los salteños, el Milagro no es un evento más, es el corazón de su cultura, un espacio donde la política suele correrse para dar paso a lo sagrado y lo comunitario. Justo ahí, los libertarios eligieron mostrarse.
La torpeza fue doble: no sólo subestimaron el fervor popular, sino que también confirmaron que la soberbia con la que tratan a sus propios militantes y hasta a la prensa, ahora se extiende al pueblo creyente. La falta de empatía se volvió provocación.
En una provincia donde los símbolos religiosos son parte constitutiva de la vida social, LLA eligió desafiar a la devoción con propaganda. Resultado: un repudio que no sólo los deja mal parados, sino que los retrata de cuerpo entero. Porque en Salta, el Milagro se respeta. Y ellos no entendieron nada.