En Salta estamos atrapados en un loop de permanente de tomadas de pelo. El oficialismo convirtió cada acto institucional en campaña y cada entrevista en una excusa para hablar de sus candidatos.
Pasó con la Expo Ciudad que fue usada como una pasarela de candidatos. Pasó con la conmemoracion de la Fundación de Salta, tambien en modo proselitista. Y lo peor: todo con recursos públicos, disfrazado de actividad oficial.
Una escena que ocurrió esta semana lo resume todo. En el marco del ainversario 433 de la ciudad, un movilero preguntó:
—¿Cómo está el tránsito, intendente?
Una pregunta que cualquiera que viva o trabaje en el centro se hace cada mediodía atrapado en un embudo de autos, colectivos y motos sin control.
Pero Durand respondió:
—Estoy muy contento con las listas y las personas que nos representan en las proximas elecciones…
Y arrancó con el loopeado del momento: Bernardo Biella, Flavia Royón, Guillo Kripper. Trabajamos, trabajamos. Pero del tránsito, ni una palabra.
Y el periodista tampoco repreguntó. No lo frenó. No lo obligó a volver al eje. Un diálogo de sordos. Y una postal perfecta del momento político que vivimos: con medios muchas veces domesticados, con poca receptividad en la sociedad, con funcionarios que usan el cargo como trampolín electoral y con frases sin sentido.
Porque mientras Salta colapsa el tránsito, los servicios, hay obras sin planificación—, el intendente dedica su tiempo a sostener una lista de candidatos que a las claras está solo buscan su beneficio personal.
Vitin reconocido por votar un proyecto de ley sin leer. Otro conocido por improvisar en TV y por tomar agua hervida en vivo. Royon que vive más viajando que en Salta y que nos dejó sin nafta todos de campaña.
Y así, la política se aleja más y más de los problemas reales. Porque si preguntás por el tránsito y te contestan con el cassette. Ni siquiera propaganda. Todo chamuyo barato.
Y si nadie lo nota, ni lo marca, ni lo cuestiona, lo que tenés no es democracia: es bazofia mediatica.
En esta ciudad sin respuestas, nos gobiernan slogans. Y los vecinos, mientras tanto, seguimos esperando que alguien —aunque sea por error— nos escuche.
Por Enrique Briones