A esta altura, ya nada sorprende. En el Valle Calchaquí, los expedientes judiciales contra los intendentes crecen más rápido que las uvas… y con más jugo. Resulta que la Auditoría de la Provincia, que suele ser más paciente que una madre con un hijo díscolo, finalmente perdió la compostura y denunció penalmente a una intendente vecina de la Rita Guevara. Pero parece que la Auditoría hizo un tiro corto con la bocha, porque lo más jugoso —y lo más fermentado— está en Cafayate.
Allí, la intendente Rita Guevara viene coleccionando facturas sospechadas, pagos dudosos, dineros provinciales que se evaporan como el buen torrontés al sol, rendiciones de Serenata que tienen menos público que una misa de martes, profesionales del municipio que habrían manejado empresas privadas para facturar en Serenata, papas fritas y chizitos vencidos que se repartieron desde los bomberos hasta los chicos, y cientos de cajas de Fernet cuyo inventario está más oscuro que la bebida misma que contienen.
El informe de la Comisión Investigadora, que analizó toda la documentación del municipio, ya llevaría medio Código Penal subrayado: una edición especial que titularían “Rita Guevara – Edición Limitada”. Entre los hallazgos, figurarían maniobras de manejo discrecional de fondos enviados por la Provincia, desviados —supuestamente— hacia una cuenta privada de la propia intendente, con destino a sufragar algunos viajecitos a Córdoba.
Ahora… de comprobarse esos tour a Córdoba, sería ¿Turismo institucional o escapadita espiritual con los creadores del PECAFA (Plan de Emperne a los Cafayateños)? Porque, dicho sea de paso, ese PECAFA les habría costado a los vecinos unos 47 millones de pesos para una “modernización municipal”. Lo que no aclararon es que lo que iban a modernizar eran los dispositivos electrónicos de los allegados.
Ahora…, en este tufillo del PECAFA… ¿estarán comprometidos algunos asesoretes cordobeses? Aunque dijeron que eran “ad honorem”, cierto. En fin. No queremos decir nada, no sea cosa que terminemos acusados de difamación, pero los hechos hablan… y hasta gritan.
La montaña de papeles acusatorios que acumula Guevara haría palidecer al Tribunal de Núremberg y entusiasmarían a cualquier fiscal con aspiraciones de escritor de policiales. El tipo haría un bestsellers, sin duda.
Lo dicho: más de seis mil fojas. Seis mil. Una biblioteca entera de irregularidades, contrataciones curiosas, pagos misteriosos y ese inefable aroma a “yo hago lo que quiero” que caracteriza a los gobiernos que confunden el municipio con la casa familiar… y el presupuesto con la caja chica.
El vecindario cafayateño ya no sabe qué esperar. Algunos piden convertir el Centro de Convenciones en un anexo del Poder Judicial, para albergar a cada fiscal según la cantidad de sospechas. Otros, más creativos, proponen declarar a Cafayate “Patrimonio del Delito Administrativo Viviente”. Otra que Ciudad de Navidad.
Y habría todavía algunas perlitas más por extraer del fondo del mar…
Mientras tanto, en el Ejecutivo provincial algunos se esfuerzan en seguir mirando al sudente, otros se clavan un patero para olvidar la paliza libertaria, y los más ingenuos todavía creen que Rita fue buena prensa para los candidatos del oficialismo. En el barrio esa gente tenía un nombre… Pero ella, “la Rita”, sigue en su mundo paralelo: inaugura, posa, se ofende y manda a callar a quien ose preguntar.
La transparencia, para ella, parece que sería un accesorio de moda: algo que se menciona en los discursos y se evita en la práctica. Tienen que cambiar los elementos de limpieza en esa municipalidad. Recomendamos el jabón «El Zorro», lava más blanco, dice la propaganda.
Y ahora que la Auditoría afiló el lápiz y lo hizo público, la pregunta flota en el aire como un aroma a vino picado: ¿Y si la semana próxima te toca a vos, Rita?
A veces, es mejor, no ponerle la lápida tan rápido a algunas personas.
Porque a veces la justicia tarda, pero cuando llega, no pide permiso… ni reserva mesa.-
Por Ernesto Bisceglia
