Aprendieron poco de la paliza electoral del último domingo. Entre maltrato a la militancia, agresiones a periodistas y un ego que no entra en la provincia, el espacio libertario parece decidido a repetir los mismos errores.
La Libertad Avanza en Salta se mueve como si nada hubiera pasado. Ni la paliza electoral en Buenos Aires ni el derrumbe de la ola libertaria en el país parecen haberles dejado una sola lección. En lugar de revisar estrategias, actitudes o discursos, el sello local sigue recostado en lo único que parece manejar con comodidad: la soberbia.
El destrato a la militancia ya era un secreto a voces. Operadores locales y dirigentes intermedios venían denunciando hace tiempo la falta de conducción política, los caprichos de unos pocos y la ausencia de diálogo interno. Ahora, la crisis escala un nivel más peligroso: los ataques y el maltrato a la prensa.
La protagonista del último capítulo es la diputada nacional y candidata a senadora Emilia Orozco. Según se conoció, la dirigenta, envuelta en una soberbia sin igual, cruzó a la periodista Fernanda Villarroel por una nota difundida en su medio (La Yapa Salta) en donde se mostraba que el vínculo entre el exconcejal Pablo López y los dirigentes libertarios seguía existiendo.
“Esto no se hace” y “Sos igual o peor que tus colegas”, fueron algunas de las frases que dejó Orozco a la periodista. Se trata de un nuevo capítulo de la legisladora (con un flojo historial legislativo) de violencia verbal y maltrato hacia trabajadores de prensa que simplemente hacían su trabajo.
No es un hecho aislado: forma parte de un clima político en el que el insulto y el apriete son la primera respuesta, no la última.
Lejos de la autocrítica, La Libertad Avanza en Salta se encierra sobre sí misma. No revisa errores, no escucha a nadie y se muestra impermeable a toda señal externa de que el proyecto, tal como está, va en caída libre. Peor aún, parece convencida de que la agresividad es una virtud política, no un signo de debilidad.
La política salteña ya vio esto antes: espacios que se creyeron eternos, que confundieron adhesión con sumisión y a la prensa con enemigos. La historia es corta y siempre termina igual: con una caída más dura de la que imaginan. En tiempos donde la paciencia social se agota rápido, la soberbia no solo no se vota: se castiga.