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lunes, octubre 7, 2024

LA VERDAD TEHUELCHE Y LA MENTIRA MAPUCHE

 
El general Julio Argentino Roca no encabezó una campaña privada en 1879.

Fue como comandante en jefe del Ejército Nacional a cumplir la misión que el presidente Nicolás Avellaneda, elegido por el pueblo, le había asignado. Y esa campaña estuvo destinada a integrar, a incorporar de hecho a la geografía argentina, prácticamente la mitad de los territorios históricamente nuestros, y que estaban bajo el poder tiránico del malón araucano, cuyos frutos más notables eran el robo de ganado, hacer cautivas a las mujeres y la provocación de incendios y otros grandes desastres naturales.
Los araucanos, tal como su nombre lo indica, son ‘originarios’ (si se quiere) de Chile, más precisamente de la región del río Arauco. Los araucanos, que hoy se hacen denominar mapuches, llegaron a la Argentina a partir de 1830, catorce años después de nuestra Declaración de la Independencia, es decir, cuando la Nación Argentina era ya libre y soberana, aunque su población fuese exigua en la Patagonia.
Por lo tanto, fueron invasores. El primer grupo de invasores era aproximadamente de unos 100 aborígenes capitaneados por el cacique Yanquetruz. Se afincaron en Neuquén y desde allí se fueron extendiendo hacia el sur y el norte. Los denominados “mapuches” son sólo ORIGINARIOS gracias a la inventiva (¡cuándo no!) del Foreign Office Británico. Es muy oportuno recordar que -justamente- su sede internacional está en Londres.
El verdadero genocidio lo cometieron los araucanos cuando aniquilaron a los güenenaken, también llamados tehuelches, que eran los auténticos ‘aborígenes originarios’ de la Patagonia norte, junto con los puelches y los pampas.
Actualmente como argentinos, tienen todos los derechos y obligaciones al igual que los demás argentinos, pero no a intentar falsear la historia impunemente y pretender que les devuelvan tierras que nunca les pertenecieron, de las que NO SON “PUEBLO ORIGINARIO”, sino que -por el contrario- fueron sus invasores.
Ya para el año 1879, las tropas de Kalfukurá eran poderosas, y lo prueba el hecho de que ganaron las primeras batallas contra el Ejército Nacional que emprendió la reconquista de las tierras usurpadas con violencia y no con una ocupación pacífica de quienes se sienten “ahogados” de vivir contra la costa chilena.
Ambos bandos contaban con fusiles Rémington y carabinas “Rolling Block”, modelo 1866, 11mm.  Los araucanos traían armas de su país, de Chile, a donde se las vendían los ingleses a cambio del ganado argentino robado en los malones. Prueba de ello, es que la columna del Ejército Nacional comandada por el General Villegas tenía como objetivo clausurar y controlar los pasos andinos por donde les llegaban a los araucanos los Rémington y el abastecimiento de municiones.
Los indígenas araucanos eran tradicionalmente muy guerreros. Recordemos que en los primeros tiempos de la conquista española asolaron varias importantes ciudades en Chile que los propios chilenos tardaron siglos en reconquistar. Los araucanos, en el año 1250 subieron hacia el norte y destruyeron el Imperio de Tiahuanaco, cuando en realidad provenían de las costas de la Polinesia, tal como lo demostró el geógrafo y aventurero escandinavo Thor Heyerdhal con su balsa de troncos llamada “Kontiki”. Este Imperio era mayor y mucho más civilizado que el posterior de los Incas que comenzó luego, en el año 1280.
El uso actual del término “mapuche” y las falsas reivindicaciones de éstos son maniobras disolventes y disgregantes que avalan los demagogos de siempre en las últimas décadas con finalidades anti-nacionales y para beneficio propio.
Ni Juan Manuel de Rosas o el propio Roca los mencionan en la Campaña al Desierto, como tampoco los historiadores, ni la famosa expedición a los indios ranqueles que encabezó el general Lucio V. Mansilla. Tampoco los menciona la Historia Oficial en las Provincias, ni figuran en los Museos del Neuquén, de Santa Cruz, Chubut, Río Negro, Mendoza, ni tampoco San Juan o La Pampa…
¿Desde cuándo han aparecido los mapuches en la escena argentina? Comenzaron izando banderas de similar trazado que la nueva Sudafricana, luego del apartheid. Utilizaron al pacífico líder Nelson Mandela, y ahora desean utilizar a un pueblo que no es originario ni siquiera de América.
Quede claro que la expedición de Roca, resultó ser la primera guerra contra Chile y no una campaña contra el indio, como muchos pretenden asegurar.  En efecto, por entonces, el 90% de la población chilena era indígena, que no es un asunto menor. En síntesis, nuestro país defendía la soberanía sobre la Patagonia, que los caciques trasandinos deseaban y ellos, precisamente, eran chilenos.
Hoy, todos los nacidos en el suelo patrio somos ARGENTINOS, y ya no caben falsas reivindicaciones indigenistas ni de pueblos originarios inexistentes. Desde comienzos del siglo XVII está reconocido internacionalmente el origen criollo de nuestra Patria, que se amplió con pacíficas inmigraciones de etnias europeas y asiáticas en todo el suelo argentino y los pueblos realmente originarios de la Patagonia, anteriores a esa fecha, fueron las etnias TEHUELCHES, conformadas por distintos pueblos o ‘tribus’ como los ranqueles, puelches, güenenaken, pampas, pehuenches, onas y yaganes.
 
El invento “mapuche” data del siglo XIX, pero en la Patagonia reciente recrudeció desde la década del noventa. Hoy todos somos argentinos y nadie tiene derecho alguno a reivindicar pueblos diferentes al argentino so pena de ser considerado como un traidor a la Patria, colaborando con los intentos cipayos de los ingleses para desmembrar a la Patria argentina y acaso, otros por venir.
Este tema mapuche y su propaganda instalada, que han hecho del indigenismo una cuestión de estado, es preciso comenzar a desbaratarla de raíz. Es más que evidente La Gran Mentira, ya que al hacerse llamar “mapuches”, pretenden ocultar o hacer pasar inadvertido su verdadero e invasor ‘origen’ araucano, es decir, ‘Natural de Arauco, Chile’.
De hecho, una de las regiones en las que está dividido Chile es la de la Araucanía y del lado argentino es -justamente- la Patagonia. Por ende, es falso hablar de “Patagonia chilena” pues la “Araucanía argentina” NO EXISTE, como debe ser hoy y en el futuro.
Simultáneamente, se intenta ocultar el genocidio tehuelche a manos de los araucanos, como si estos últimos genocidas fueran otros, cuando se trata de ellos mismos.
Y, lamentablemente, no sólo los políticos venales y periodistas pagados por el sistema, sirven de difusores de una mentira infame, sino que han caído en ella y no siempre por ingenuidad. También es cierto que la ignorancia porteña actual promueve estos grandes conflictos.
Obispos y curas, sólo los fieles a posturas tercermundistas, impulsan como verdad de perogrullo, estos atropellos jurídicos e históricos, debidamente fundamentados en cantidad de documentos e investigaciones profundas, dando así por sentadas todas y cada una de esas falacias.
Se llegó al extremo inconcebible de engañar a Juan Pablo II y a Benedicto XVI cuando les hicieron decir que el gran santo Ceferino era mapuche y no tehuelche. Es difícil creer en la inocencia por desconocimiento de los obispos patagónicos en esta maniobra vil, porque es dable suponer que si han llegado a cargos en esas instancias de la jerarquía eclesiástica, deben poseer una cultura general histórica de su Patria compatible con su trascendente rango.
Utilicemos en toda su plenitud este medio fantástico que la tecnología nos brinda, para revertir y derrumbar la opinión maliciosa de algunos “argentinos” sobre temas de trascendencia como el que ahora nos convoca.
En nuestro país, la comunidad araucana que se hace llamar mapuche, aún no ha desarrollado acciones radicalizadas y violentas para hacerse de la posesión de tierras, aunque sí ha atentado contra alguna propiedad pero en Chile -donde la población de dicha etnia es muy numerosa- ya han comenzado, a través de la vinculación con las F.A.R.C. colombianas.
De hecho, todos los gobiernos trasandinos han sofocado varios intentos de alzamientos sureños de quienes dicen reivindicarse como “mapuches”.  Ninguno de los tres poderes de la República de Chile reconoce los reclamos “mapuches” sino que los reprime.
 
Reenviemos la VERDAD documentada.
Basta de mentiras y de tergiversaciones históricas.
Argentinos, a las cosas con sinceridad y honestidad.

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