¿Fueron los propios araucanos? A veces no hay nada peor que la propia tropa cuando el jefe se da cuenta que va a quedar expuesto.
Le pasó a Menem con los generales cuando aquel “accidente” del helicóptero en Palermo, tras la explosión de la fábrica de la Dirección General de Fabricaciones Militares (DGFM), sin contar todos los numerosos Nisman del Menem; al “Nephastornauta” (NK) con Julio López, aquel falso delator de policías luego arrepentido, antes de que hablara, y con el occiso Gotti cuando le sucedió otro “conveniente” accidente, antes que su empresa engordara a su amigo Lázaro; ni que decir de CFK con Nisman y luego con el lauchón Viale, casos de manual.
Las vueltas aparecen cuando hay fiscales y jueces ideologizados, timoratos, acomodaticios o venales.
Sobre el asunto hay que agregar que la República, con su división de poderes, es la situación óptima en los contratos sociales posibles para la humanidad. Requiere de mucha civilización, grandeza y educación del conjunto social y esto es lo que las va haciendo más grandes.
Acontece que cuando existen amenazas, externas o internas demasiado graves, reunir el poder político de nuevo en un hombre providencial es el reflejo del “mono alfa” que nos queda de tantos millones de años de evolución ejerciendo el poder en las tribus de primates pre-homínidos.
Y la historia enseña que fue siempre así: la primera república, la griega, sucumbió ante esa necesidad entronizando a Alejandro Magno como jefe supremo. Otro tanto le pasó a Roma cuando su república se cortó con Julio César emperador. Ni que hablar como terminó la genial fundación de la República Francesa, ya en la Ilustración, ante Napoleón. Luego costó mucho, en todas partes, recuperar esas repúblicas.
Acontece que en una civilización no se puede eliminar al peligroso caníbal, comiéndoselo. Pero también es cierto que luego, sacarse de arriba al mono alfa, cuando ya pasó la gran emergencia, no suele ser fácil ni barato (v.gr., Allende, Somoza). Por lo general no se puede, salvo ayuda exterior (Napoleón, Mussolini, Hitler, Khadafi, Bin Laden), hay que esperar que se muera y a veces ni así es posible (caso Chávez-Maduro o Fidel en Cuba).
Pero otros muchos tiranos mueren confortables en su cama y en pleno ejercicio (Lenin, Stalin, Nasser, Franco, Perón, Mao, Pol Pot, Jomeini), u otros fueron exiliados bastante felices hasta su muerte (Mobutu, Idi Amín Dada, Stroessner, Reza Pahleví).
Mucho más cierto es que siempre, el hombre de a pie, es aquel que paga los platos rotos por los monos alfa y el quiebre de la democracia. Personalmente rescato y admiro la gran tarea de reconstrucción de la república, en Alemania, de la trilogía Konrad Adenauer, Helmut Kohl y Ángela Merkel. Pienso que con esta última, pese al Islam invasor y por ahora, no hay nadie que la reemplace frente a los desafíos del hoy europeo. Es la equivalente del ingeniero Macri en el inestable presente filo-peronista y populista nuestro.
Fuente: Por Bernardo von Cotta