En España, con el llamado Pacto de la Moncloa.comenzó un proceso duro. de mucho esfuerzo, pero virtuoso, que permitió controlar la inflación, por lo menos hasta la llegada de la pandemia. Se fijó un tope inicial del 22% para todo. Servicios, precios de alimentos, impuestos, remuneraciones de empleados y del personal jerárquico. Con severas sanciones por incumplimiento. El Pacto de la Moncloa fue un acuerdo entre todos los partidos políticos con representación parlamentaria. España se unió y triunfó.
Entre nosotros, un acuerdo de unidad entre los partidos políticos no resulta posible, pues los partidos han perdido credibilidad y son más importantes los individuos que los partidos. Aquí un acuerdo de unidad debe comprender a los trabajadores organizados, a los representantes del agro, de la industria, del comercio y de las finanzas, y por supuesto de todas las tendencias políticas. Quién logre este acuerdo, obtendrá un gran rédito político, con más votos a su favor y menos para los otros. Pero para la unidad, la ventaja política debe desaparecer. Por ello, el próximo presidente, si quiere lograr la unidad, debe renunciar de forma indeclinable a una reelección inmediata.La grandeza demostrada por Alfonsén y Romero, debiera ser el ejemplo a seguir.
RAUL Y ROBERTO
El día 10 de diciembre de 1983 comienza la democracia recuperada, con Ricardo Raúl Alfonsín como presidente de los argentinos y Roberto Romero, como gobernador de los salteños. Alfonsín perdió en la Provincia de Salta, pero no buscó desquitarse. Conozco muchos casos en los que los que manejan los recursos presupuestarios, se vengaron de los ganadores, retaceándoles aportes o no realizando obras fundamentales. Esto ocurre no solo con los presidentes, sino también con los gobernadores y los intendentes. En estos casos, el ego del político se impone sobre la necesidad de paz social y de justicia.
La grandeza de Alfonsín la demostró tratando a todas las provincias por igual, sin distinguir entre radicales y peronistas. Ya había demostrado su entereza en el juicio a las Juntas Militares, cuando éstas todavía tenían poder de fuego. La prueba es el levantamiento de Semana Santa, que unió a todos los argentinos en repudio a la intentona golpista.
Salta, luego de una reunión de gabinete y la convocatoria a todos los partidos, se expidió prontamente en contra del golpe, apoyando la institucionalidad y la investidura presidencial. El pueblo salteño apoyó con su presencia, en la Casa de Gobierno de calle Mitre. Por su parte, Alfonsín, en un gesto más de su hombría, se reunió con los alzados, en el lugar del alzamiento, despojándose del yo, y actuando por nosotros. El saludo presidencial, diciendo que la casa estaba en orden, Felices Pascuas, nos distendió a todos. Supimos construir un techo, que en ese momento nos cobijó a todos.
Don Raúl no generó grietas. Con Romero tuvieron una fructífera relación, que comenzó con el Plan Alimentario Nacional. La entrega de las Cajas PAN, como cualquier ayuda de importancia, genera en los beneficiarios un sentido de gratitud, que puede transformarse en votos. Raúl y Roberto comprendieron que había que mirar a lo lejos, y se entendieron prontamente. Los que distribuyeron las cajas PAN fueron mitad radicales y mitad peronistas. Muchos de los que las repartían, especialmente en las pequeñas comunidades, terminaron siendo diputados, senadores o intendentes.
Alfonsín apoyó los movimientos institucionales que se originaron desde Salta. Como ser la generación del NORTE GRANDE. La reforma constitucional de Salta de 1985, en especial el gesto patriótico de Roberto Romero de no permitir que se instale en Salta dos mandatos consecutivos para gobernador, respetando así la historia constitucional de Salta, mereció el reconocimiento de Alfonsín.
Raúl y Roberto actuaron en forma conjunta, con motivo del referéndum por el tema del Beagle. Estuvimos a un pequeño paso de iniciar una guerra con Chile. Pero la Santa Sede, con la intervención del Cardenal Samoré, logró una fórmula de acercamiento. Yo era Secretario General del Partido Justicialista y me tocó actuar en una comisión creada especialmente para apoyar el SÏ.
Obtuvimos, con el apoyo de todos los partidos y de la ciudadanía, el mayor porcentaje de votos favorables al referéndum, de toda la república. La democracia funcionaba aceitádamente.
La comunicación entre Alfonsín y Romero logró ser fluída. Por ello, cuando Salta inicia juicio a la Nación por regalías mal pagadas por el petróleo y el gas salteños, la solución llegó entre ambas partes, de modo armonioso.
ALFONSÍN, en su campaña electoral, visitó hasta las pequeñas comunidades, en toda la Argentina, en un esfuerzo agotador, recitando en cada lado la oración laica que lo caracterizaba: el preámbulo de nuestra constitución. Durante su gobierno la economía se había situado fuera de control. El patriota Alfonsín, en otro gesto de grandeza, renunció anticipadamente la presidencia que tanto le costó lograr. En Salta lo lamentamos, pero comprendimos.
Por el conflicto de límites entre Salta y Catamarca, estuvimos cerca de un enfrentamiento entre las fuerzas policiales. Alfonsín, atento, envió a su ministro del Interior y logró un principio de entendimiento.
El final de este acercamiento institucional se dio en la Cámara de Diputados, donde los radicales eran mayoría absoluta. No estaban de acuerdo con lo propuesto por el gobierno de Menem, pero nos dieron quorum. Todavía recuerdo cuando Jaroslavsky, el jefe de la bancada radical, anunciaba que retiraban treinta diputados radicales para permitir la mayoría peronista, para que pudieran aprobarse las leyes requeridas por el nuevo gobierno.
Este breve repaso de las acciones conjuntas entre la Nación de Alfonsín y la Salta de Romero, anteponiendo la Patria a los intereses personales o de partido, justifican la decisión del gobierno de Gustavo Sáenz, de erigir un busto de cada uno de ellos, como adhesión a los cuarenta años de democracia.
- Por Santos Jacinto Dávalos