En la provincia de los privilegios de casta, hay apellidos que no necesitan presentar credencial. Esta vez, fue el senador Enrique Cornejo, quien decidió que las líneas rojas pintadas por la Municipalidad eran, al parecer, una sugerencia decorativa y no una norma.
El legislador ultraoficialista, fiel escudero del saencismo, estacionó su vehículo sobre una línea roja, como si la calle fuera una extensión de su finca familiar. Cuando un mortal —esos que todavía creen en las leyes— le preguntó por qué lo había hecho, la respuesta fue una joya para el bronce:
“Tiene razón con la queja», soltó…. pero… ¿qué hacemos con la razón si está mal?
Cornejo Saravia no es un senador cualquiera. Representa a General Güemes, pero actúa como si representara a los estancieros del siglo XIX. Su apellido pesa más que un Código de Tránsito.
Los vecinos no tardaron en señalar la infracción. Pero más que una infracción vial, fue una radiografía moral: la de una clase política que vive convencida de que las reglas son para los otros. Para ellos, el poder no es servicio público, sino corona invisible.