Juan Manuel Urtubey en su última editorial da un ejemplo perfecto de la banalidad de su planteo sobre Argentina. Con un llamado poético, pide la unidad nacional aunque no explica para qué ni con quién.
Sin enfrentar las sombras de su propio legado como gobernador de Salta recién llegado de Estados Unidos, en su casa radial – la cual alimentó con un «guitoducto» durante años- se despacho con una columna new age donde apeló a tocar «el alma» y curar «heridas».
Prometiendo cambiar culturas de la «prebenda» por «trabajo», y de «corrupción» por «honestidad», sin ofrecer detalles sobre cómo se alcanzaría eso, el ex mandatario da muestra de completa superficialidad.
Ocurre que Urtubey ignora convenientemente cómo su gestión en Salta exacerbó la desigualdad y acumuló deudas muy pesadas para el futuro. Su llamado a «igualar hacia arriba» parece más una aspiración vaga que una propuesta factible, omitiendo el contexto político y social que él mismo contribuyó a perpetuar.
Recurre desde luego a mencionar palabras del mantra políticamente correcto como buscar una Argentina «previsible» y promesas vacías, reflejando más retórica que plan de acción política.
«Lo que hay que garantizar es la previsibilidad, porque ser un país previsible es ser un país donde la gente vive con certezas. Y ésa es la única forma de devolverle la esperanza a la gente. La Argentina previsible es una Argentina productiva, competitiva, tecnológica, profundamente federal, justa para todos y socialmente sustentable», resaltó de manera grandilocuente el responsable de tomar monumentales créditos como el Fondo de Reparación Histórica y el Fondo del Bicentenario.
Te puede interesar:
Urtubey, la vieja política y una “nueva” forma de hacer lo de siempre