Salta tiene empanadas, cerros y para estos tiempos especiales bandas de pegatineros. De esas que no necesitan presentación porque son conocidas por permanecer en todas las campañas y es mejor no meterse con ellas.
Marcando territorio como pandillas pesadas, se encuentran Los Poetas, Los Chilo del San Fra y por supuesto Los Perucas, todos conocidos no solo por su destreza con el afiche y la brocha, sino también por su historial que incluye desde amenazas hasta un tiroteo en 2019 que dejó un herido entre otras historias.
José Gauffin, quien suele subirse al pedestal de la decencia, y quien jura estar «limpio» del barro, salió a la cancha con los mismos metodos de la vieja política.
Los mismos de siempre, hacen el trabajo sucio mientras los candidatos se sacan selfies con sonrisas de teflón. Vale recordar que Los Perucas, una suerte de militancia tercerizada deluxe, cuya fama no viene tanto por lo ideológico sino por lo operativo. Pegan rápido, pintan con furia y si hay que pelear, se pelean.
No en sentido figurado: en 2019, protagonizaron un hecho que quedó grabado en la retina (y celulares) de los que cubren campañas.
Fue en octubre, pleno centro salteño. Un grupo de opositores osó ocupar un espacio “marcado” por Los Perucas. Resultado: un enfrentamiento a gritos, empujones y balazos. Un ex policía, miembro del grupo oficialista, abrió fuego y dejó a un otro opositor
Hubo video, hubo testigos, hubo escándalo. Pero como siempre, no hubo consecuencias reales de la norma salteña.
¿Y qué pasó con Los Perucas después de eso? ¿Castigo? ¿Repudio? ¿Desaparición? No, amigos. Hoy, como si nada, vuelven a las calles, esta vez levantando el nombre de José Gauffin. Sí, ese Gauffin que ostenta ser oposición, pero que no parece tener problemas en compartir banda con los viejos aliados del saencismo. Ni Judas se animó a tanto.