Los paladares negros en el PJ salteño tragan amargo y escupen dulce.
Las ironías son cada vez más hirientes y la fragmentación del voto peronista vuelve a ser una peligrosa posibilidad, cuando faltan menos de dos semanas para las elecciones legislativas.
Todas las miradas apuntan hacia lo alto. Andres Zottos mira hacia abajo y sonríe socarronamente pues ese escenario, el del caos institucional y su vista gorda y sobradora, es para él algo normal. Allí se siente cómodo; a salvo y seguro de obtener una nueva tajada que le permita seguir en el camino de la política sin códigos ni pertenencia.
El eterno candidato oficialista, cualquiera sea el gobierno de turno, se prepara para librar otra batalla por una banca en la Cámara de Diputados de la Nación, otro lugar que no le es extraño y donde dejó su sello personal de incompetencia y de traición.
Allí, desde 2003 a 2007 ocupó un lugar representando al extinto Partido Renovador de Salta e integrando el Interbloque Federal, una suerte de alianza opositora al kirchnerismo que tuvo en el representante salteño al protagonista de una de las escenas más bochornosas que la historia política nacional pueda reconocer.
A finales de 2005 el gobierno de Néstor Kirchner apuraba la reforma del Consejo de la Magistratura que para muchos fue la punta de lanza de la invasión del kirchnerismo en la Justicia. El Interbloque Federal, que integraba Zottos, había acordado el pleno rechazo a la iniciativa, pero increíble y arteramente el diputado nacional por Salta votó a favor del proyecto en febrero de 2006. Escándalo político y expulsión de por medio, el gobierno de Kirchner promulgó en tiempo récord la ley y la despreciable actitud de Zottos fue aplaudida de pie por personajes como Rossi, Pichetto, Fernández, Moreno, Ebe de Bonafini, D´Elía y otros de menor y mayor calibre.
La sospecha para tan descarada voltereta fue una jugosa suma de dinero que habría llegado directamente a las manos del Zottos de parte del gobierno nacional, disfrazada como ayuda para la municipalidad de Salta.
El caso recordó a Eduardo Lorenzo Borocotó, quien en 2005 fue electo diputado nacional por el macrismo y a poco de asumir armó una estructura individual para votar todas las leyes propuestas por el kirchnerismo. Borocotazo o borocotización le llamaron.
Pero volviendo al personaje que nos ocupa, un análisis no mucho más profundo sobre la actividad partidaria del “Patón” revela que Zottos siempre fue impecable. Tanto que su foja de servicios (léase actividad legislativa y ejecutiva) permanece en blanco. No se le conocen iniciativas de peso como concejal por Tartagal y tampoco como diputado provincial por San Martín. Incluso, salvo esta valiente incursión por el Congreso, tampoco se le atribuyen proyectos en la Cámara baja nacional; blancura total, como el slogan del jabón en polvo.
Como vicegobernador de la provincia siempre estuvo en las procesiones y fiestas patronales del interior.
Sus 26 años de actividad política no han dejado nada para la sociedad, pero sí incrementaron de manera exponencial su patrimonio personal.
Tomó a la política como un negocio y se transformó en millonario mediante el voto de la gente.
Fue un número funcional al proyecto kirchnerista y no le importó sacar los pies del plato ni cambiar de montura en medio del río, con tal de estar siempre presente en el escenario oficialista, aunque para ello rompió en mil pedazos su propio partido y traicionó los mandatos naturales de los acuerdos políticos. Ese es su resumen como legislador y como vicegobernador. Tiene más kilómetros en procesiones que proyectos y gestión.