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sábado, abril 20, 2024

Argentina también es Afro

Nuestro imaginario de identidad como argentinos se ha caracterizado, durante mucho tiempo, por resaltar y vanagloriar un supuesto origen europeo, dejando de lado o minimizando otros grupos sociales, como el caso de los pueblos originarios, pero sobre todo negando, deliberadamente, la presencia y el aporte africano en nuestras raíces. Sin embargo cuando nos remitimos o revolvemos un poco el pasado nos encontramos con una historia muy diferente para contar. Por Luciana Chavez (*)

Los africanos primero y los afros argentinos después estuvieron presentes a lo largo de toda la historia del país. Desde las primeras fundaciones de las ciudades coloniales hasta en los procesos independentistas de los cuales fueron agentes fundamentales. De acuerdo a la información censal por ejemplo para el año 1778 la población africana y afrodescendiente representaba el 37 % del total de la población.  No solo las personas más importantes y acaudaladas tuvieron esclavos para su servicio, también lo hicieron los sacerdotes de todas las órdenes religiosas como Jesuitas, Franciscanos y Dominicos. Durante el periodo que duró la esclavitud fueron comunes las ventas y remates de esclavos, las cuales se realizaban, a modo de espectáculo, en las plazas principales de las ciudades como así también los castigos públicos donde se impartían azotes y hasta la muerte a los esclavos acusados de algún delito. En el caso de Buenos Aires los edificios más grandes de toda la ciudad colonial fueron las Compañías o los mercados negreros, como el de la Real Compañía de Filipinas, ubicado en lo que es hoy el Parque Lezama.

Foto: Julián Álvarez / Télam / ema.-

Tal como señala Daniel Schavelzon, uno de los investigadores más comprometidos con la temática, para finales del siglo XIX la mayoría de las tropas del ejército, estaban conformadas por ciudadanos de color, agrupados en los llamados “regimientos de pardos”.  Hubo literatura negra, diarios y hasta más de 20 periódicos africanos. Incluso si prestamos un poco de atención podemos distinguir la influencia de la cultura africana en nuestra vida cotidiana, en la música, en la gastronomía y hasta en nuestro lenguaje el cual se encuentra repleto de palabras de origen africano tales como mina, mucama, mondongo, quilombo …

Esto nos lleva a cuestionarnos por qué la idea o el imaginario que compartimos la mayoría de los argentinos es totalmente diferente. Por qué cuando se menciona a los esclavos solo se repite la imagen de la negra vendedora de pasteles o el negrito pregonero representado solo en los actos escolares de fechas patrias. ¡¿Qué pasó entonces? ¿Por qué la historia enseñada y aprendida es tan diferente?

Tal como lo revelan estudios historiográficos acerca de la aparente desaparición de los afroargentinos, la respuesta a esta sencilla pregunta es en realidad el resultado de una compleja combinación de diversos factores sociales, demográficos e históricos. Entre las causas más relevantes que podemos enumerar se encuentran: las luchas por la Independencia, la guerra contra el Paraguay, el cólera de 1861, la epidemia de fiebre amarilla, la prohibición de la trata esclavista en el Río de la plata en 1812, la insalubridad y alimentación deficiente que producían una alta mortalidad y baja natalidad de la población afrodescendiente, así como el constante proceso de mestizaje y blanqueamiento social.

Ahora bien, si estas explicaciones sirven para comprender y esclarecer la aparente desaparición de los afroargentinos en términos demográficos, por el contrario, no son viables al momento de preguntarnos por qué en el imaginario popular de la sociedad argentina existe un vacío al respecto.

Este vacío es en realidad el resultado de un plan estratégico puesto en marcha por el gobierno a fines del siglo XIX, el cual estaba dirigido a forjar una nación argentina blanca y homogénea. Los referentes hacedores de la nacionalidad argentina, representados por personajes como Mitre, Alberdi, Sarmiento entre otros, promulgaron un proyecto de progreso, unificación y modernización cuyo eje principal fue la inmigración europea, considerada como la condición previa para alcanzar la civilización y eliminar así los elementos indeseables; el indígena y el afroamericano, sinónimos de salvajismo y barbarie. El proyecto de nación se condensó entorno al exterminio del indio y en el ocultamiento y negación deliberada del negro. Se optó por una re categorización demográfica cambiando, en un principio, los términos para mencionar a las personas de color utilizando expresiones ambiguas como el trigueño, para luego, dejando de lado las sutilezas, eliminar la categoría negro, siendo el censo de 1887 la última vez que se lo menciona y contabiliza.

En este punto hay que mencionar que la Historia, como disciplina, jugó también un rol fundamental en el trabajo de encuadramiento de la memoria. El pensamiento oficial fue imponiéndose y dirigiendo los modos en que se encaraban los estudios históricos de acuerdo a las conveniencias de las elites dominantes. Así la Historia como relato se basó en interpretaciones unilaterales acerca del pasado, sustentándose y basándose en la reivindicación de héroes blancos y en olvidos u omisiones de los aportes y presencias negras.

De esta manera fue a través de discursos impuestos y de omisiones obligadas que se fue arraigando el mito de la argentina blanca, europea, venida de los barcos hasta el punto de naturalizarse en el imaginario argentino la falacia que aquí nunca hubo negros.

Sin embargo, ninguna verdad es irrefutable como ningún olvido es para siempre. Es así que en los últimos años, acompañados de profundos cambios en el pensamiento político, social y académico, surgieron nuevas políticas y movimientos sociales con perspectivas interculturales tendientes a repensar y reivindicar no solo el pasado de los afroargentinos sino también su presente. Esto abrió un espacio de oportunidades que se tradujo en la producción de nuevas narrativas, nuevos aportes académicos, así como también en la implementación de diversas políticas públicas destinadas a los afros argentinos. Entre las formas de reconocimiento institucional se puede mencionar la intervención del INADI (Instituto Nacional contra la Discriminación) sobre problemáticas vinculadas a afrodescendientes; la inclusión en el censo nacional, a partir del año 2010, de la pregunta sobre ascendencia africana (donde el 0,4% del total de la población se reconoció como afrodescendiente) sumado a la declaración del 8 de Noviembre como el día nacional de los y las afro argentinas/os en memoria de María Remedios del Valle, mejor conocida como la Madre de la Patria, una mujer afroargentina que participó activamente en las guerra de la Independencia.

(*) Arqueóloga. Máster en Memoria Social y Patrimonio Cultural

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