Resta una semana para las elecciones provinciales y el contexto se encuentra marcado por la apatía y el desconocimiento del electorado. A pesar del remolque racional todo indica que el albertismo no hará pie en el fangoso suelo salteño.
La vacía campaña cierra sin debate, sin contenido, sin propuesta. Y con el peso de los aparatos que corren con el caballo del comisario.
Pamela Ares, quien busca hacerle frente a Emiliano Durand, a pesar de tener su oficina en Buenos Aires, corre en desventaja.
Para realzar su figura recibió en las últimas horas el empujón del ministro de Trabajo de la Nación. Sin embargo, la blonda porteña, por cierto con una pulida retórica y la bendición de Alberto, no logra cerrar un proyecto local. Claro está que venir eventualmente en avión de Capital Federal a Salta, no basta para sacar de la miseria a una golpeada provincia.
Un salvavidas de plomo, que en vez de ayudarla la hunde aún más, fue en la semana que pasó el candidato a concejal del Frente de Todos, Fernando Ruarte, quien fue sorprendido entregando electrodomésticos que estaban destinados a jubilados, para hacer campaña.
A eso se sumó el escándalo de la Cámpora, agrupación dirigida por Máximo Kirchner y el salteño Marcos Vera. Con la actuación de la justicia federal, quedó en evidencia que los K se financiaban reteniendo el 20% de los empleados del PAMI. La agrupación, parte fundamental del FdT, era una agencia de recaudación a costa del mísero salario de trabajadores.
Si bien Sonia Escudero esboza un crítica decente y sólida al régimen actual, es parte de un FdT que, como queda de manifiesto, es una comparsa a contramano que ha infartado hasta los propios adherentes.
La carnada de prenderse a un proyecto nacional fracasado en todos los planos, resulta estéril en una provincia y un país donde hace cuatro años es un lujo comer asado.