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sábado, abril 20, 2024

Tafí del Valle: una delicia tucumana entre cerros tapizados de verdes

“El pueblo de la entrada espléndida”. Así es como los Diaguitas, una de las etnias que poblaban la región durante la época precolombina, bautizaron a Tafí del Valle. Para llegar hasta este paraje en medio de los Valles Calchaquíes tucumanos hay que transitar un sinuoso camino de cornisa. La renovada ruta provincial 307 trepa desde el llano de San Miguel de Tucumán y atraviesa las yungas o selva de altura, un camino de vegetación densa entre curvas y contracurvas. En el trayecto, de unos cien kilómetros, puede haber mucha neblina, así que para quienes no conocen esta senda, es recomendable andar con precaución, y de paso prestar atención para no saltearse los puntos panorámicos.

La parada obligada es en el sitio donde está ubicado El Chasqui o Monumento al Indio, un escultura de seis metros emplazada en un punto panorámico desde donde se pueden hacer buenas fotos de esta ruta que serpentea entre la selva. La renovación del camino favoreció el crecimiento de este este rincón ubicado a dos mil metros de altura, que marca el final de las yungas y determina el inicio de la vegetación menos densa de los valles.

Hoy, en este pueblo-ciudad viven permanentemente unas 15 mil personas y se transformó en el refugio de fin de semana de los habitantes de la capital tucumana.

Últimamente, se construyeron muchas casas de fin de semana y algunos barrios privados. Y durante la temporada de verano, la ocupación puede rondar las 50 mil personas, pero a pesar de su crecimiento, y de que es uno de los principales puntos turísticos de la provincia, Tafí mantiene la calidez de pueblo chico.

En la entrada del pueblo está el dique Angostura, un espejo de agua que es aprovechado por los fanáticos de los deportes acuáticos, que se acercan hasta acá a practicar yachting o kitesurf y pesca deportiva, ya que abundan los pejerreyes.

A cabalgar

Jerónimo Critto recuerda con alegría y un dejo de nostalgia aquellos días en que venía de vacaciones con sus padres, cuando era un niño, y aquello que más le gustaba era montar a caballo. De tanto salir con su sus amigos a cabalgar por ahí, el hombre se volvió un jinete avezado. Y hace unos años transformó esa pasión en un emprendimiento turístico: El Puesto Cabalgatas.

Critto organiza travesías por el pueblo de Tafí, los alrededores y más allá. Hay paseos de medio día, jornada completa y de dos a cinco días, con refrigerios, almuerzos y hasta asados. “Nuestra intención es integrar a la comunidad en los lugares donde existe la posibilidad de un buen servicio. Hay puestos en el cerro donde nos esperan con un corderito al horno, atendidos con la sencillez del tucumano, que se brinda por entero. Es en estos lugares donde la gente te da lo mejor de lo que tiene”, cuenta el hombre, mientras apronta los caballos. Hoy, será una cabalgata corta y simple de una hora, un trotecito por los alrededores, un paseo para principiantes.

En el Puesto de Critto hay ejemplares para todos los gustos, si hasta un caballo peruano tiene. Se llama Príncipe y montarlo es una experiencia distinta. Los equinos de esta raza son reconocidos por su delicadeza y estilo único al andar, trotan suavemente y parece que caminaran de costado, como levitando.

Para los jinetes más experimentados, la travesía que realmente vale la pena es la que va hacia la Cuesta del Frutillar, un sendero que trepa unos cuatrocientos metros hasta un sitio conocido como la Mesada. La cabalgata dura unas dos horas a paso lento por el faldeo de la montaña y entre cornisas empinadas. Una vez en la cima, la vista panorámica no defrauda, las mejores panorámicas de Tafí se aprecian desde aquí.

Por la sendas del Tafí

Que mejor lugar que la montaña, los cerros tapizados de verde para caminar. Si hablamos de senderismos, las alternativas por acá son varias, desde senderos autoguiados hasta trekkings para expertos, caminatas de tres horas y hasta de tres días. Las propuestas locales combinan ascensos a los cerros y cumbres con cascadas, sitios arqueológicos y poblados de altura, con sendas demarcadas para que cada caminante puede hacerlo por cuenta propia. Aunque en general, y sobre todo para quienes nunca han pisado el territorio, se recomienda hacerlo con guías autorizados, como Adriana Latorre y su marido Fernando Marzano, o Ulises Kusnezov, experimentados guías locales.

El “Trekking del Pelao”, que llega a la cima del cerro El Pelao, es uno de los más conocidos. “No es muy alto, tiene vistas hermosas y vestigios arqueológicos como las viviendas Margaritas o el Pucará”, dice Latorre. Otra de las propuestas que recomiendan, un tanto más exigente, es el ascenso a La Cascada de Los Alisos, una caída de agua de unos sesenta metros, después de la que se llega a la comunidad de El Rincón. “Es el lugar más lindo del valle”, opina la guía sobre este paraje en el que también se aprecian condoreras, y con un poco de suerte, se avistan cóndores en este mismo sendero que conduce finalmente a la Quebrada del Portugués. Si se toma la otra dirección, el trekking nos lleva a La Mesada y el valle de La Ciénaga, donde hay una antigua escuelita que hoy funciona como refugio de montaña. “Las caminatas se pueden hacer en familia. También hay alternativas para los más exigentes, con opciones para dormir en un refugio o en carpa”, agrega Latorre. Todas las salidas incluyen refrigerio y degustación de gastronomía local. Hay quesos tafinistos, embutidos, y productos regionales como los chocolates artesanales con quinoa.

Ulises Kusnezov, otro experto senderista, conoce estos cerros como la palma de su mano. Es reconocido por haber sido el montañista argentino más joven en escalar el Himalaya, y también por haber ascendido las diez máximas cumbres de América del Sur y los diez volcanes más altos del continente. Y que decir de estas cumbres, a las que trepa desde niño, cuando Tafí era su refugio de fin de semana. “A los ocho años hice mi primer trekking a la Laguna del Tesoro, que ahora es el Parque Nacional Aconquija”, recuerda.

Kusnezov apunta que para para conocer Tafí caminando, hay tres niveles básicos de exigencia física: están las opciones sencillas, las moderadas y las de alta exigencia. De las sencillas, recomienda el sendero a la cascada Los Alisos, en el cerro Muñoz, que lleva una hora y media de duración y se puede hacer en familia. “Es ideal para quienes no están acostumbrados a caminar mucho, es de fácil acceso, y se llega e este imponente salto de agua, que tiene una caída de sesenta metros”. Para un nivel moderado, señala el sendero La Ciénaga, que atraviesa un valle de altura y se demora unas cinco horas de ida y unas tres horas de regreso, con vistas únicas del valle. “Se llega a los 2500 metros. Acá hubo un poblado y lo que funcionó como una escuelita hoy es un refugio de montaña con agua caliente, cocina, y espacio para que pernocten treinta personas”. Ya para la alta montaña, y en consecuencia los montañistas más experimentados, recomienda el ascenso al cerro Ñuñorco, que se eleva a 3320 metros de altura, o al cerro Pabellón, que acaricia los 3700 metros sobre el nivel del mar.

Los Cuartos y Las Carreras

Considerada una de las mejores estancias del norte argentino, Las Carreras fue construida por misioneros de la orden Jesuita, que anduvieron por estos valles en el siglo XVIII. Los sacerdotes vivieron acá hasta 1779, cuando fue comprada por la familia Frías Silva, cuyos descendientes siguen siendo sus propietarios hasta el día de hoy.

En la sala contigua a la cafetería hay un pequeño museo en el que, a través de los objetos familiares que atesoran y fotos de sus integrantes, se puede conocer la historia de esta dinastía tucumana, que transformó el antiguo casco de estancia en un alojamiento boutique de primer nivel. Tiene una docena de habitaciones dispuestas alrededor de un distinguido patio colonial, está ubicada en medio de un entorno natural fabuloso, y ofrece diversas actividades para los visitantes y huéspedes, como trekking y cabalgatas. También es reconocida por la elaboración de un queso manchego de alta calidad, cuyo proceso de elaboración se puede entender en una visita guiada con posterior degustación. Las Careras está a unos doce kilómetros del centro tafinisto, en un valle que lleva su mismo nombre: Las Carreras, y en donde el turismo no está tan desarrollado como en el Valle de Tafí. Por acá, los días suelen transcurrir como en los viejos tiempos de los jesuitas, con pastores arriando el ganado, y artesanos tejiendo en sus telares.

De vuelta en el centro del pueblo, la Estancia los Cuartos se desataca por su arco de entrada, que precede a un amplio jardín donde descansa un grupo de llamas, y su fachada típicamente colonial, que se despega del resto de las construcciones más contemporáneas de esta parte del pueblo. Los Cuartos es otro de los establecimientos centenarios, que fue construido con esas paredes gruesas de adobe que aún mantiene. Es un material que fue muy utilizado por estos pagos, y funciona como aislante.

El alojamiento tiene siete habitaciones y una casa de té. Pero, más allá del hotel, la novedad es el nuevo Museo Experiencia Los Cuartos, que abrieron en diciembre del año pasado. Se trata de una propuesta con tecnología de avanzada, en el que a través de la la novedosa técnica de realidad aumentada y un recorrido autoguiado con auriculares – aunque acompaña un guía -, se narra la historia de la familia Chenaut, a la que se entrelaza con sucesos de la historia local y hasta de alcance nacional.

A contrapelo de la tecnología cabalga el guión, porque si en ese sentido no tienen nada que envidiarle a cualquier museo moderno, la narrativa atrasa tantos siglos como la historia de la familia. Algunos tramos del cuento familiar acumulan serios problemas de perspectiva de género.

“Es una manera entretenida y lúdica de conocer la historia del valle, desde el primer habitante hasta la creación de las estancias y lo que pasaba específicamente en esta casco”, explica Raquel Suajes, una de las dueñas, hija de Mercedes Chenaut, escritora local e impulsora del museo. “Van a hacerse presentes un montón de personajes y ancestros de mi familia. Hay diálogos y momentos magníficos. La idea es que viajen en el tiempo y lo vivan”.

Y algo de eso hay en Tafí, una suerte de viaje al pasado, matizado con la comodidad, las vivencias y aventuras del presente.

Por: Guido Piotrkowski
Fuente: La Nación

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