Cualquier grupo que aspire a llegar a la gobernación, debe tener el apoyo de Juan Carlos. Todos necesitan de su contención y experiencia. Y eso, Romero lo tiene claro; tal vez por eso sus movimientos crípticos no permiten aseverar qué hará.
El exgobernador tiene a muchos confundidos; un día se saca fotos con los que en apariencia tiene diferencias. Otro día su hija se reúne con el grupo de Saénz, al otro él aparece con “el Flaco” Yarade. Y así. Un gesto por aquí y un gesto por allá.
Todos se preguntan ¿cuál es la jugada de Romero? Algunos dicen, como es de esperar, que va a ser el senador nacional de Urtubey, y que apoyaría su candidatura nacional. Otros, más fanáticos y con melancolía del pasado, no lo descartan como candidato a gobernador. Sin embargo, nadie tiene la certeza respecto a cómo jugará.
Lo cierto es que, aunque se niega a definir, sí se muestra como un aglutinador de sectores dispersos. Es sabido que en el interior hay un despiole bárbaro: el senador no tiene contacto con el intendente, el intendente no dirige a los concejales y no hay una cohesión. No obstante, cuando fue a Metán y Cafayate logró algo poco común: aglutinó a varios sectores, que en el día a día están políticamente enfrentados.
Los analistas consideran que hay un acuerdo tácito entre Romero y Urtubey y que lo más fino (el nombre y apellido de cada candidatura) se ira acordando a su debido tiempo pero que en las elecciones provinciales y nacionales irán juntos.
Saénz- Romero
Por otro lado, aunque apoye a Urtubey, la relación entre Romero y Sáenz es buena. De hecho, del “locro” en la casa de Gustavo en San Lorenzo participó su hija, la esbelta y diplomática Betina, que sin embargo, no habló al respecto. Y si bien es todo un signo su presencia, lo cierto es que por ahora juega a no definirse.
Como fuese, hoy Romero renace con fuerza en el escenario político, aunque solo en fotografías puesto que no se conocen proyectos de cara a los años que se vienen en la provincia. Ya muchos empresarios locales se comienzan a impacientar con la incertidumbre que hay en torno al papel de Juan Carlos y qué tiene pensado para esta etapa de Salta.
Con la prepotencia del que gobernó, del que sabe y reagrupa, Romero se conforma (y le alcanza) con soltar imágenes pero sin palabras ni proyectos.
Jugar al enigmático le gusta. Sin embargo, Romero es un gran acertijo para los que de afuera miran como moldea a su antojo el futuro en una mesa donde cada vez se agranda más su figura.
