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viernes, marzo 29, 2024

Interrogantes a raiz de la muerte de un niño en el Arenales

Un niño que jugaba en las orillas del rio Arenales fue arrastrado por la corriente en la tarde del sábado. La policía no tuvo instrumental adecuado para buscar, la municipalidad no alambró la ribera como había anunciado y una sociedad que no toma conciencia sobre la peligrosidad del río ahora debe lamentar una muerte evitable. Los pormenores del caso y una discusión que se impone.

Un llamado de alerta, pasado el mediodía del sábado, dio aviso a la Policía de que un chico había caído al río Arenales mientras pescaba. Fue a la altura del cerro Bola, en la zona sudeste de nuestra ciudad, donde Exequiel Cruz, de 10 años, se encontraba junto a tres amigos. Una mala maniobra, una corriente traicionera (que al parecer el niño creyó conocer y manejar), se llevó su cuerpo para no volver a ser visto por sus amigos y familiares hasta ahora.

Exequiel es uno de los salteños que crecieron junto al Arenales. A pesar de su peligrosidad y contaminación, el río ha sido el sitio predilecto en donde un sector muy grande y marginal de nuestra ciudad ha pasado sus tardes de verano aprendiendo a pescar, nadar o cazando cuises.

Para los niños de las zonas ribereñas, las más pobres y precarias de la ciudad, el río es el único y peligrosísimo entretenimiento en las calurosas tardes de enero. Exequiel Cruz fue a pescar como lo hicieron en su momento sus hermanos, tíos y padres ¿Era peligroso hacerlo? ¿Sus padres podrían habérselo prohibido? Seguramente, pero la convivencia con el peligro es moneda corriente para el común de la población, que elige desoír o  dejar de lado los riesgos que la rodean para poder esparcirse en su tiempo libre.

Quienes culpan a los padres por no haber cuidado a sus hijos puede que tengan algo de razón, pero olvidan que todos los salteños nos adaptamos y no sólo Exequiel ¿O no hace lo mismo un vecino de zona centro que compra un departamento en un edificio con juntas sísmicas mal hechas o directamente inexistentes? ¿O un automovilista que acelera por una avenida de la ciudad a sabiendas que puede haber un nuevo y enorme bache en la calzada? Los salteños nos hemos acostumbrado a convivir con la falta de obras, con la contaminación y las inundaciones; nos culpamos entre nosotros, a los padres, a los tíos, a los inmigrantes. Mientras, todos juntos, nos hundimos en una nivel de vida cada vez más bajo.

Si la actuación de los padres deja que desear, la del Estado directamente es deplorable: una municipalidad que hace 2 meses anunciaba que había alambrado y señalizado el río deja al descubierto su ineficiencia. Un sistema de control de emergencias municipales que no funciona ni educa, Defensa Civil totalmente desfinanciada y la policía buscando en gomones y suspendiendo a la noche ¡por falta de linternas! ¡Y justo en el momento en que habían divisado el cuerpo de Exequiel que, lógicamente se les volvió a perder a la mañana siguiente!

Esta es la Salta que nos dejan Urtubey e Isa: sin seguridad, sin educación y sin contención para nuestros niños. En la ciudad no se construye un natatorio desde 1984, cuando Roberto Romero inauguró la pileta Alvarado. Los playones deportivos languidecen en la crisis, los potreros van dando lugar a nuevas construcciones, el espacio verde desaparece, los niños juegan en calles cada vez más transitadas y en otros sitios prohibidos. Urtubey e Isa han agravado profundamente el cuadro, dejando una herencia sumamente preocupante.

 

 

 

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