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jueves, marzo 28, 2024

La ONU arruina (sin querer) la operación de lavado de imagen de Urtubey

El exgobernador de Salta, acorralado, decidió cobrarle pasadas atenciones a algunos antiguos amigos y favorecidos suyos, ‘ofreciéndose’ amistosamente a ser entrevistado en sus medios de comunicación.

Al contrario de lo que fue su partida hacia Sevilla -publicitada con grandes aspavientos en las redes sociales y casi todos los grandes diarios nacionales- el regreso de Juan Manuel Urtubey a Salta ha estado signado por el misterio y atravesado por el silencio mediático. Nadie sabe con certeza en qué momento el exmandatario tomó la decisión de volver a Salta, aunque casi todos intuyen los motivos.

La bomba estalló el pasado martes en Twitter, cuando la Universidad Loyola Andalucía, cansada ya de andar respondiendo a preguntas de curiosos argentinos, publicó un tuit en el que, con un lenguaje que no dejaba ningún lugar a la especulación, anunciaba al mundo que el señor Urtubey no ha sido invitado ni contratado por esa Universidad, no es profesor, ni impartirá ninguna clase.

Lo que en las primeras horas provocó un cierto escozor, se transformó luego en una gigantesca ola de indignación popular, a la que dos ingenuos comunicadores de los valles profundos de Salta intentaron parar, con la misma candorosa seguridad de las dos monjitas del chiste que pretendían arrancar un Citröen echándole su propia pis.

La carta que los despavoridos escuderos mediáticos de Urtubey difundieron en las redes (un documento personal que solo Urtubey pudo facilitarles) se topó inmediatamente con la cerrada y reiterada negativa de Loyola, que hubiera hecho lo mismo aunque la carta exhibida hubiera sido firmada por el mismísimo Papa jesuita.

Cuando el escándalo arreciaba y por megafonía se anunciaba que Urtubey era ya el político con el máximo porcentaje de imagen negativa de toda la Argentina (llegó a rozar, según algunos, el 80%), en Sevilla alguien armaba las maletas de forma presurosa. Si la cartita del piadoso amigo no fue suficiente, el mismo personaje que dijo en todos los diarios que iba a «trabajar» hasta abril en Sevilla, comprendió súbitamente que había llegado el momento de poner la cara, aunque sea para recibir cachetazos. No quedaba otra salida que volver a capear el temporal.

Pero antes, qué mejor que recibir algunas caricias de aquellos con los que tan generosos fuimos cuando la chequera del gobierno funcionaba a toda pastilla.

Urtubey se paseó por cuanto programa de radio y televisión amigo encontró en su agenda (que son muchos, por supuesto), contando (ya para los pocos que pueden creerle después de tantas mentiras) que su gobierno invirtió «fuerte» en el Departamento de Rivadavia, pero que «el esfuerzo fue insuficiente». ¿Qué hubiera ocurrido si el exgobernador y candidato a Vicepresidente admitía esto mismo antes de las elecciones? Y ¿por qué, en vez de reconocer su evidente fracaso, empapeló la ciudad de Salta con carteles enormes que hablaban de su sonoro éxito en materia de mortalidad infantil y primera infancia?

El nuevo argumento parecía convincente y hasta se llegó a pensar en algún momento que Urtubey había conseguido equilibrar la partida. Pero entonces sucedió lo inesperado.

El coordinador residente de la ONU en la Argentina, el italiano Roberto Valent salió a decir que el desastre que había visto en Salta es solo comparable a la situación en Sudán del Sur, uno de los países más pobres de toda el África, y en el que Valent estuvo asignado por la ONU entre 2002 y 2005.

Pero no solo dijo eso, porque el alto funcionario internacional nos hizo conocer también que el problema era estructural (1) y que, a pesar de serlo, Salta nunca avisó (2).

Listo el pollo y pelada la gallina. Además de salvar el buen nombre y honor de Gustavo Sáenz, lo que ha hecho -quizá inconscientemente- el inoportunamente sincero señor Valent fue poner a Urtubey en el mismo lugar que ocupan en la escena internacional los peores dictadores africanos. Eso, sin calcular demasiado tampoco que a la esposa de Urtubey le estaba asignando un lugar en el podio junto a la célebre millonaria africana Isabel dos Santos (¡otra Isabel!), la mujer más poderosa del continente, hija de José Eduardo dos Santos, el hombre que gobernó Angola de manera ininterrumpida desde 1979.

Y todo, por no decir también que el laureado y sonriente doctor Albino y la famosa fundación Conin han quedado a la altura de los médicos brujos de las tribus que vagan sin rumbo alrededor del Nilo.

Así, de esta guisa, el hombre discreto que piensa que por haber dejado la «función pública» tiene de alguna forma expedito el camino hacia la gloria y el derecho divino a ocultarse en las marismas del Guadalquivir, cual si fuera El Dioni, se topó con la cruda realidad de un pueblo, golpeado pero aún consciente, que exige a grito pelado conocer con detalle hasta dónde llega su responsabilidad como gobernante en la «debacle» diagnosticada por la pérfida Organización de las Naciones Unidas.

El regreso no planificado a Salta, envuelto en misterio, y el raid mediático, apenas organizado, no solo que no dieron los esperados frutos sino que a estas horas se pueden considerar como el error más grave de todos los cometidos por el exgobernador Urtubey desde que se calzó los pantalones largos.

Si el comandante Sáenz no ha querido hacer sangre con él (por motivos que solo ellos dos conocen), el mariscal Valent, como un terremoto en Udine, se ha llevado por delante una de las carreras políticas más truchas, pero más cuidadosamente esculpidas de toda la historia argentina.

Cuando en las próximas horas veamos publicada en los medios una foto de Urtubey con un sonriente Valent, tendremos la confirmación, no de que Salta ha dejado de ser Sudán del Sur en América, sino de que la imagen (y no la decencia) es el verdadero becerro de oro para algunos de nuestros políticos más superficiales.

Con seguridad, Lady Gaga le habría llamado shallow.

 

Fuente: Iruya

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