El gobernador juega a ser crítico de Milei, todos saben que se trata de una farsa. Su reciente tuit dirigido a “Donald” fue apenas otro acto de cinismo político. Mientras habla de soberanía, en los hechos sigue alineado al poder libertario.
Gustavo Sáenz volvió a sobreactuar. Esta vez, su teatro se montó en X (ex Twitter), donde se animó a interpelar nada menos que a “Donald”, en alusión al presidente norteamericano Donald Trump, por su apoyo a Javier Milei. Quiso mostrarse como un defensor de la soberanía nacional, pero el acting duró lo que dura un suspiro.
En plena campaña, el gobernador salteño busca desesperadamente parecer un hombre con coraje político, cuando en realidad lleva casi dos años tejiendo afinidades con el Gobierno nacional. Su discurso opositor tiene la consistencia de una escenografía de cartón. Hace ruido en redes, pero en los hechos su gestión es funcional a los libertarios.
No hay que ir muy lejos para comprobarlo. La última vez que quiso simular enojo fue cuando fue a Plaza de Mayo a “reclamar” obras para Salta. Se mostró indignado, gritó ante los micrófonos y posó para las cámaras. Pero a los pocos minutos salieron desde la Rosada Guillermo Francos y Santiago Caputo y entró muy sonriente a la casa de Gobierno. Apenas pudo, instruyó a sus diputados a ausentarse de la sesión en la que se intentaba aprobar una distribución más equitativa para las provincias de los recursos nacionales. Resultado: el Gobierno nacional ganó tiempo y Sáenz, otra vez, cumplió su papel de figurante obediente.
El problema para el gobernador es que el libreto ya aburre. Cada gesto de “independencia” que ensaya termina siendo desmentido por su propio accionar. Y siempre con torpeza.
Detrás del disfraz de federalismo que grita, lo que se esconde es simple oportunismo. Ya todos lo conocen como un dirigente que hace equilibrio entre el poder nacional y sus conveniencias locales. Sáenz no se anima a romper con Milei, si no que apenas ensaya un papel de opositor.
