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martes, abril 23, 2024

Historias de vida: El profesor

Ricardo “Cuchi” Rosa tiene nombre, apellido, apodo y corazón. Pero el suyo es único. Habrán entrado allí miles de alumnos, profesionales, colegas y cuanta gente que tendrá reposando allí, para ofrecérselos. Un tipo querido.

Estaba el pizarrón. Había sillas, mesas y pupitres. También tizas y reglas. Había alumnos. Pero faltaba el profesor. Caminando entre humos deambulaba un señor de cabello gris, escaso, clásico peinado, con su piel rojiza Cafayate y su voz tan peculiar como su personalidad.

Desde mi niñez me dijeron que me representaba como padrino de bautismo. Lo tenía en mi memoria infantil como un señor vinculado a la familia. Compadre y amigo de mis padres. Un afecto un tanto obligatorio. De todas formas me simpatizaba. A medida que fueron pasando los años empecé a conocer de él, por mis medios y por otros. Y empecé a imitarlo.

El profesor no era un tipo común y corriente ni un integrante más de la masa de carne y hueso. No tenía dudas de que tenía una tela diferente en su piel. Lo apreciaba en su mirada, en su voz, en la forma de reír, de caminar, de vivir.

El cigarrillo siempre fue una extensión de su cuerpo. El humo su oxígeno. Vestimenta simple y formal. Labio inferior caído, anteojos por debajo de los ojos, estatura media baja, contextura de intelectual retirado del rugby. Ojos totalmente convencidos. Convicción de dar todo de sí para los demás. De dejar huella tras huella, día tras día. De enseñar por enseñar, con o sin cuota, por el pan o por nada.

De repente entre broma y broma, habla de fútbol, aunque tenga pasión desmedida por la ovalada. Hace una pausa extensa cuando la conversación se inclina para la gastronomía. Se arremanga como si estuviese por amasar y tomar de la mano a una sartén. Le fascina comer pero como tipo generoso, le encanta cocinar. Vuelve con las bromas. Si no es un apodo, es un parecido, y sino una anécdota. Se burla de sí mismo, te distrae y de repente te corrige en segundos los números equivocados.

Recuerda el Colegio Salesiano con mucha nostalgia. Nombra al establecimiento como de su propiedad. Mientras hace sus primeros pasos por la vereda empieza la caravana de saludos. Las bocinas. Los silbidos.

Sabe que es popular, pero no lo provoca. Está lleno de afecto y esa misma energía, recibe. Cuando regresa a su aula particular, toma del hombro un alumno con preocupaciones y lo resuelve. Le habla a una alumna llena de dudas y la relaja. Confirma su presencia con una broma general. El clima se distiende y estudiar parece ser el mejor de los juegos. Lo dicen las miradas de los estudiantes que derraman admiración.

Hace un tiempo lo vi y estaba un tanto enfermo. Otro tanto agotado. Sus pulmones empezaron a cobrar las deudas del placer. Pasó un tiempo y supe de su mejoría. Puso su esfuerzo en mejorarse como también influyeron el amor de sus nietos, de sus hijos, Matías, Valentina, Diego, de su mujer Nilda. Cuando faltaba un poco para un estado óptimo, apareció alguna que otra pesca, con folclore y cervezas y la vida empezó a sonreírle otra vez.

Ricardo “Cuchi” Rosa tiene nombre, apellido, apodo y corazón. Pero el suyo es único. Habrán entrado allí miles de alumnos, profesionales, colegas y cuanta gente que tendrá reposando allí, para ofrecérselos. Porque deben saber que es el centro de un pedazo del mejor pan, el cual debiese convidarse por sistema educativo que existiese. Aunque sean repartir sus migajas. Porque educador le queda chico. Aun seguiré buscando que nombre le cabe, porque todos le ajustan.

Pocas veces estará descansando por el río Paraná, o en su hogar de Castañares. Pero casi siempre trabajando. Tiempo antes fue por calle Brown y ahora por calle Alsina con alumnos particulares. Profesando contabilidad, matemáticas, honestidad, humor, bondad, sencillez, generosidad. Quizás también mi historia sea muy poco para tanto legado. Puede que también falten palabras, elogios y plaquetas para su homenaje, pero este es mi aporte para un maestro de valores, modelo masculino, hombre de mucho bien, padrino, amigo, genio.

Por Nico Cortés, para InformateSalta

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