El tercer mandato del presidente del Concejo Deliberante transcurre sin sobresaltos. Sería positivo si la ciudad no estuviera llena de problemas. Su bajo vuelo político le impide impulsar soluciones.
Lejos de ser un agente de cambio o un promotor de las políticas públicas necesarias para el desarrollo de la comunidad, la gestión de Darío Madile, titular del Concejo Deliberante de la ciudad, se ha caracterizado por decisiones tibias y una ausencia notable de propuestas innovadoras.
Además, su rol como observador pasivo de la realidad es aún más preocupante. La pasividad frente a los problemas locales y la falta de un liderazgo firme y decidido lo alejan de las expectativas ciudadanas. Mientras las problemáticas de la sociedad se agravan, su respuesta ha sido evitar confrontar los verdaderos desafíos, optando por discursos vacíos que no generan cambios significativos.
Pero, ¿cómo hizo un personaje como Madile, con bajo vuelo político, para ser titular del cuerpo deliberativo? La respuesta es sencilla: nepotismo. La esposa de Madile es prima del gobernador Gustavo Sáenz. De allí su estrecha relación con los círculos de poder.
Sáenz primero lo ubicó como subsecretario de Turismo de Miguel Isa, su padrino político. Bajo ese mismo intendente, pasó por la Secretaría de Gobierno, por Ambiente y Servicios Públicos. La falta de madurez y su, insistimos, bajo vuelo, lo llevaron a fracasar tres veces antes de ser concejal. Se presentó en 2011, en 2013 y en 2015 como candidato y nunca pudo obtener una banca.
En 2016 asumió como funcionario de Sáenz en Ambiente hasta el 2019, cuando, por fin, logra ser electo como edil. Antes de asumir, ocupó la Presidencia de la Panadería Social. Allí se denunciaron irregularidades, se hicieron denuncias por facturas apócrifas y habría dejado una deuda de 15 millones de pesos, sumado a sueldos y cargas sociales sin pagar en la gestión Madile.
Desde su llegada al Concejo, el primo del gobernador ocupó el rol de un simple administrador de la coyuntura, más preocupado por mantener un equilibrio de poder que por empujar reformas sustanciales que mejoren la vida de los vecinos.
En un momento en que la política requiere de dirigentes con capacidad de acción y compromiso real, su actitud pasiva y la falta de un horizonte político claro demuestran que el presidente del Concejo Deliberante ha quedado anclado en la inacción, dejando pasar oportunidades valiosas para transformar la realidad de su comunidad.