Un candidato a senador demócrata dio el batacazo ante un polémico republicano que había sido muy apoyado por el presidente; el oficialismo apura ahora la aprobación de una ley.
WASHINGTON.- Tras una durísima derrota electoral en Alabama que hirió su capital político, Donald Trump y los republicanos en el Congreso se apresuraron a sacar su reforma impositiva para cerrar el año con una promesa cumplida, un éxito rico en controversias con el que buscarán contener una creciente ola opositora.
Antenoche, en un batacazo electoral histórico, los demócratas recuperaron una banca en el Senado en una elección especial en Alabama, donde Doug Jones se impuso a Roy Moore, acusado de haber acosado a adolescentes en sus 30, a quien no le alcanzó con el respaldo contundente de Trump. Jones ocupará la banca que dejó el fiscal general Jeff Sessions.
El épico triunfo de Jones, en uno de los grandes bastiones republicanos, donde hacía 25 años que un demócrata no ganaba una banca en el Senado, le asestó un durísimo golpe a Trump y a la rebelión populista de su ex estratega, Steve Bannon, y le brindó un enorme empujón a los demócratas para las elecciones legislativas del año próximo, cuando intentarán recuperar la Cámara alta y trabar la agenda presidencial, un objetivo difícil, pero ahora un poco más plausible.
Ante seguidores enardecidos, y con el país como testigo, Jones envió un mensaje inequívoco a Trump y a la cúpula republicana, forzada, tras el apoyo presidencial, a apoyar a Moore, un candidato tóxico al que muy pocos querían ver en Washington.
«Al final del día, toda esta carrera ha sido sobre la dignidad y el respeto», afirmó. «La campaña ha sido sobre la cortesía y la decencia comunes», completó.
Tras el fiasco de Alabama, los republicanos acicalaron la reforma impositiva en busca de un imperioso logro legislativo. Por la mañana, cuando muchos aún no salían de su asombro, el oficialismo en el Capitolio anunció un acuerdo para fusionar los proyectos aprobados en la Cámara de Representantes y el Senado. Un rato después, Trump pidió votarlo la semana próxima.
«Creo que es muy importante que el país vote la próxima semana», dijo el mandatario, al hablar a periodistas en la Casa Blanca. «No porque hayamos perdido un asiento. Ojalá hubiéramos conseguido la banca. Muchos republicanos se sienten de manera diferente; están muy contentos con la forma en que resultó. Pero a mí me hubiera gustado, como líder del partido, tener la banca. Quiero respaldar a la gente que compite. Pero, les digo, para mí es muy, muy, realmente muy importante tener este voto», insistió.
Un rato después, Trump brindó un discurso para ungir la versión final de la reforma, denostada por economistas, organizaciones civiles y demócratas, que han denunciado una «estafa» que disparará el déficit fiscal y sólo beneficiará a las empresas y al techo del 1% más rico del país. Trump insistió en que ayudará a la clase media.
El proyecto oficial final, un «Frankenstein» legislativo hecho con las propuestas aprobadas a las corridas en ambas cámaras del Congreso, recorta la alícuota más alta del impuesto a las ganancias del 39,6 al 37%, y reduce la tasa corporativa al 21%, según medios norteamericanos.
«Queremos darle a usted, el pueblo norteamericano, un recorte de impuestos gigante para Navidad. Y cuando digo gigante, me refiero a gigante», afirmó Trump en su discurso.
En un último intento por frenar los recortes, los demócratas exigieron demorar el voto final hasta la jura de Jones. Pero los republicanos se mostraron decididos a proteger la iniciativa y a enviarla al escritorio del Salón Oval antes de la Nochebuena. La derrota en Alabama había sembrado pánico en el oficialismo en Washington, incluso en el propio Trump, cuya agenda, ahora, quedó más vulnerable que nunca: la mayoría republicana en el Senado quedará reducida a una banca, 51-49.
«Si las elecciones de anoche demostraron algo -escribió el mandatario en Twitter-, es que tenemos que presentar GRANDES candidatos republicanos para aumentar los estrechos márgenes de ventaja tanto en la Cámara baja como en el Senado».
No hubo, ayer, un solo analista que no viera la derrota en Alabama como poco menos que un garrotazo para los republicanos, encerrados aún en una interna agria entre el establishment y los populistas. Alabama, dijo Robert Shapiro, politólogo de la Universidad Columbia, dejó una advertencia a los dos bandos.
«Esta es una advertencia para el establishment republicano y los populistas, y es que perderán el control de la Cámara de Representantes y del Senado, y la presidencia en 2020 si no detienen sus luchas internas y eligen mejores candidatos, consensuados», afirmó Shapiro. «No veo un efecto más amplio en la agenda de Trump, ya que no hay muchas otras luchas internas entre los republicanos, al menos por ahora», agregó.
Lo cierto es que, tras la victoria de Alabama, sumada a la de Virginia, hace poco más de un mes, muchos demócratas han vuelto a creer, al menos un poco más que antes.
Fuente: La Nación