Uno de los lugares más preocupantes se ubica en el control del corredor 8 B.
La estación seca que caracteriza a Salta desde abril hasta fines de octubre hace que los pastos altos que cubren los cientos de espacios verdes de la ciudad se sequen. De esta manera, parecen menos riesgosos o, por lo menos, pasan más inadvertidos. Pero en verano, con las lluvias, vuelven a ser un problema por la inseguridad y la falta de higiene.
Esta situación se vive sobre los pasajes 1 y 10 del barrio Santa Ana II en la zona sur.
La avenida que separa los dos barrios del mismo nombre, divididos por su ubicación en I y II, incluye una franja de más de 20 metros de paseo verde.
Este espacio, cuidado y tratado, podría convertirse en una lugar ideal para que funcione una plaza. Sin embargo, allí solo hay tierra, pasto quemado por la falta de riego y un lugar donde los choferes del corredor 8B y Transversal toman su tiempo de descanso con sus colectivos.
Durante el verano pasado, la zona fue invadida por los árboles que nunca fueron podados y dejan caer sus ramas sobre los pastizales, que superan el metro y medio de alto cuando llueve.
En la zona de la esquina donde se encuentran los pasajes 1 y 10 no hay iluminación, por lo que apenas caída la tarde, lo más recomendable es no acercarse por allí.
Alberto tiene un corralón a una cuadra del control de colectivos. En diálogo con El Tribuno recordó que una tarde de la primavera pasada, apenas pasadas las 19, los vecinos debieron salir a auxiliar a una estudiante.
La joven, que esperaba el colectivo, habría sido sorprendida por un atacante que intentaba llevarla hacia los pastizales para someterla. “Solo hay un foco, que está en la galería que tiene la habitación que utilizan los choferes”, destacó el joven.
Mientras terminaba de ordenar el mostrador para recibir a sus clientes, Alberto destacó que la zona es tranquila pero no sabe hasta cuando.
Los vecinos advierten que hay varios puntos de riesgo en el barrio, por la falta de iluminación, los pastizales y la falta de presencia policial. “Pasa lo mismo que en todos los barrios. Cuando atacan a alguien, los efectivos llegan en su camioneta, recorren un par de días y después se olvidan”, contó Juana, que atiende una despensa cerca del control del corredor 8B.
En una recorrida por la zona El Tribuno pudo comprobar que el espacio verde sobre la calle 1 de Santa Ana II no tiene mantenimiento desde hace tiempo. Pese a la temporada seca, cubren una parte de la avenida.
Tampoco se limpia el canal cercano, donde las bolsas plásticas, los restos de obra y los cartones ya se acumulan en montículos.
Graciela vive sobre la avenida Balbín en Santa Ana I y dijo que falta alumbrado público en la zona del control de colectivos.
“Por seguridad, los mejor es ni acercarse a esa zona de noche. Todo el campo se pone oscuro, con árboles que caen hasta el piso, no se ve nada. Los pastos altos, cerca de la playa de los colectivos sirven para que se esconda cualquier peligro”, afirmó.
Villa Santa Anita
La avenida Balbín entre el pasaje 12 y 10 es el encuentro de tres barrios: Santa Ana I, II y villa Santa Anita. El último se destaca por construcciones de casa tipo quinta.
Pero la tranquilidad del campo en la ciudad se fue hace varios meses.
Desde el verano pasado, los vecinos de villa Santa Anita son víctimas de asaltos y robos. Silvia vive sobre la calle Cambalache desde hace 10 años. Allí levantó su casa, donde ahora están sus padres y donde sus hijos pasan los fines de semana.
Hace tres días, su casa fue nuevamente desvalijada. Mientras sus padres habían salido y la casa quedó vacía, malvivientes ingresaron a por el patio y se llevaron los televisores y los ahorros que tenían guardados. Esta es la segunda vez en menos de un año que esta familia es víctima de un atraco.
Según relevó El Tribuno, por la zona los móviles policiales pasan muy esporádicamente y si bien las canchas de fútbol 5 del barrio mantienen el movimiento constante, los robos se comenten, por lo general, a la hora de la siesta y durante los fines de semana.
Ahí también los baldíos y espacios verdes descuidados sirven para que los malvivientes se oculten y escapen.
Fuente: Carina Costello El Tribuno