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jueves, abril 17, 2025

La autopista sur-este, el nuevo hogar de «remolinos del diablo»

Este tipo de fenómenos se observan casi a diario en la zona y están íntimamente relacionados con la falta de vegetación y las variaciones térmicas.

 

La gran cantidad de remolinos que se forman a diario a lo largo de la traza de la autospita sur-este, especialmente en el tramo que se extiende desde la ruta provincial 21 hasta la nacional 68 (recta de Cánepa), ya forman parte del paisaje de Cerrillos.

Sin embargo, en los últimos tiempos comienzan a generar preocupación en los conductores que frecuentan la zona y en los lugareños, ya que van creciendo en tamaño y «ferocidad», al decir de algunos viejos gauchos vecinos del lugar.

Algunos alcanzan un diámetro superior a los 20 metros y una altura que cuadruplica las pocas cortinas arbóreas de la zona.

El fenómeno produce el levantamiento de una densa polvareda que se moviliza a través de los potreros y que muchas veces amenaza con trasladarse a la autopista, intensamente transitada durante el día.

Cuáles son las razones

¿Por qué se originan específicamente en ese sector del departamento Cerrillos? Al respecto, el meteorólogo salteño Ignacio Nieva, en diálogo con El Tribuno, explicó: «Los remolinos se forman a causa del calentamiento del aire, que se torna más liviano en algunas áreas y al recibir presión de los alrededores se eleva en forma de espiral arrastrando consigo partículas de polvo o del material suelto del que esté conformado el suelo».

En el hemisferio sur el viento gira en sentido de las agujas del reloj. Esto se debe a la rotación de la tierra.

Nieva resaltó que este tipo de fenómeno está íntimamente relacionado al tipo de superficie y cantidad de vegetación. «La falta de vegetación favorece la formación de remolinos, al igual que el tipo de suelo. Cuanto más seca está la superficie se calienta más y comienzan a jugar las diferencias de temperaturas, que en definitiva son la que los originan. La cercanía a la zona de serranía es otro factor que juega a favor de este tipo de fenómenos», detalló el especialista.

Calor y turbulencias

En la formación de remolinos actúa el calentamiento, los vientos fuertes y las turbulencias generadas por los mismos cerros. El polvo se eleva por la menor densidad del aire a causa de las altas temperaturas. Por ese motivo, es frecuente que se produzcan los días de cielo despejado o de muy baja nubosidad, y sequedad en el ambiente.

«Son movimientos micrometeorolóticos. Los remolinos son de la familia de los huracanes, pero obviamente de muy baja magnitud. Al formarse sobre la superficie terrestre se desplazan a poca distancia, hasta agotarse luego de extraer la energía calórica del suelo», concluyó el metorólogo salteño.

Menos vegetación

El sector este de la localidad de Cerrillos, atravesado por la autopista, ha sufrido en los últimos años un enorme impacto ambiental con el surgimiento de un sinnúmero de barrios y loteos. No hubo previsión en cuanto a la rápida y profunda disminución de la forestación, por lo que grandes extensiones han quedado al descubierto. Tampoco se pusieron en marcha programas integrales de reforestación, que ayuden a minimizar las consecuencias negativas que afectan al ambiente de la zona.

Ignacio Nieva
Meteorólogo

“Cuanto más seca está la tierra más se calienta y juega la amplitud térmica”.

“El diablo” no, pero la ira de mi madre sí

Luis Borelli

Una creencia popular muy arraigada en el Valle de Lerma afirma que estos remolinos se deben a la presencia del diablo, más conocido como Mandinga en la zona y en gran parte del territorio argentino, en rigor de verdad.
Yo recuerdo desde muy niño la ocurrencia de este fenómeno en la finca La Falda, de don Pedro Peretti, donde funcionaba la Escuela Nacional 148.
Allí, al frente de la antigua sala, había un descampado amplio que los chicos utilizábamos para jugar al fútbol en los recreos.
En ese predio solíamos ver a diario la formación de pequeños remolinos que a su paso levantaban tierra, papeles y cualquier inmundicia liviana que hubiera en el suelo.
Una vez, al ver venir un robusto remolino, se me antojó enfrentarlo y así fue que salí a su encuentro mientras los changos más grandes me gritaban aterrados que no lo hiciera, que ahí estaba el diablo “zapateando”.
No les llevé el apunte y le metí nomás logrando atravesar el remolino indemne.
Pero a poco me transformé en el hazmerreír de la changada. Mi cara, cejas y pestañas estaban blancas de tierra al igual que mi cabeza y blanco guardapolvo.
Ese día me salvé del diablo pero no de la ira de mi madre cuando me vio sucio hasta la coronilla.
Todavía recuerdo las nalgadas sufridas en mi pobre humanidad de niño.
Justo es mencionar, además, que entre las creencias de los aborígenes que habitaban estas tierras antes de la llegada del conquistador, figuraba la de rendir algún tipo de culto a esos remolinos, en la certeza, religiosa, de que se trataba de expresiones de los dioses del viento jugueteando a su antojo por los campos.

 

Fuente: Daniel Díaz El Tribuno

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