Haciendo uso de sus antiguas y mejores armas convocantes, el gobernador Juan Manuel Urtubey volvió de lleno a los estrados del proselitismo sin cuartel y al discurso descarnado de campaña.
El escenario fue el mismo que otras tantas veces, aunque en esta oportunidad no estaban los mismos de antes. Faltaban los amigos, aquellos entrañables personajes frentistas que supieron levantarle la mano al gobernador en otras aventuras electorales que siempre resultaron a favor del mandatario. Hoy (el viernes) no estuvieron.
En cambio aparecieron otros que antes, no hasta hace mucho, estaban en la vereda de enfrente; eran el enemigo a vencer y ahora aparecieron trastocados en el maquillaje de “compañeros” en esta nueva aventura.
El gober se sintió feliz. Después de todos estos, los de ahora, son lo que doctrinariamente tienen el derecho de identificarse a pleno con el origen político del mandatario salteño. Eso es lo que ahora cuenta; ya no entran en esta historia de ambición, los resabios del kirchnerismo, ni otra gota que recuerde un pasado reciente con personajes como Cristina, De Vido, Jaime, Delía y otros tantos de esa misma especie que supieron ubicarse a la derecha y a la izquierda del joven gobernador salteño.
El lugar de encuentro fue Elegance, el salón de fiestas ubicado camino al aeropuerto, por si alguno de los asistentes tenía una urgencia de transporte o una reunión en algún lugar de Salta o el país.
La ausencia de los de antes supo disimularse con nombres nuevos y no tanto en el entorno político del mandatario. Sonia…etc. etc.
Muchos de ellos eran la antítesis de la actitud política y de gestión de Urtubey en la provincia. Hubo hasta periodistas que volcaban informes siempre críticos sobre la administración provincial y que esa noche disputaron una foto o unos pesos para sostener su propia candidatura y aplaudieron a rabiar a un frenético Urtubey que con puños cerrados llamaba a la unidad y al trabajo conjunto; vieja fórmula que aún le sigue dando resultados.
La cena fue para juntar fondos de campaña. La tarjeta costaba $2000. Aquel que no podía pagarla en efectivo podía firmar el descuento por planilla. Es de suponer entonces que muchos serían empleados del Estado.
¿La recaudación? Dicen que los organizadores “no podían creer la guita que se juntó. Es increíble la capacidad de convocatoria de Urtubey”.
¿La cantidad de asistentes? Eso es más discutible. Lo importante es que se juntó lo suficiente como para “justificar” el gasto en el arranque de la campaña. “Blanqueo”… le dicen algunos.