Cuando el clima se caldeaba, Zárate apagó el incendio con un testazo y el santo ganó 1-0. Con poco, a Juventud le bastó para imponer su supremacía sobre el peor equipo del torneo.
Teniendo en cuenta el final del último proceso, la confianza erosionada, la campaña descendente, el crédito agotado y la no clasificación a la zona campeonato en fines de 2017, lo que dio lugar a un cambio de aire, no se puede obviar que lo que va de este año es altamente positivo para un Juventud al que le falta mucho para convencer, pero que evidencia que hay un trabajo y que de a poco comienza a encontrarse.
Así se muestra este santo que se mantiene invicto en lo que va de 2018: sin brillo, pero con ímpetu para salir a buscarlo y con gestos positivos.
Al elenco antoniano le costó más de la cuenta vencer al peor equipo de la categoría, Guaraní Antonio Franco, un conjunto plagado de limitaciones que se encamina al abismo del descenso, con escasas armas, pero decidido a vender cara su derrota y a aprovechar como podía las réplicas. Mientras que al santo no le costó imponer su clara supremacía sobre el rival tanto como abrir el cerrojo del arco. En eso sí padeció y mucho. Y la falta de “punch” en los metros finales parecía exacerbarse más con los reproches que llovían desde la enervada platea. Hasta el minuto 21 del segundo tiempo, cuando tras una sociedad entre los Acosta y un centro limpio del Ratón Ibáñez, Zárate la mandó a guardar con un cabezazo certero.
Las acciones iniciales no presagiaban un partido con complicaciones, más aún porque el local arrancó como una furia en los primeros 25 minutos, contabilizando hasta entonces cinco acciones claras de gol: una en la que no llegó a conectar la Chancha al minuto, otra de Ibáñez, más una apilada del Ratón que culminó con un remate rasante de Lucas Acosta que pasó muy cerca, un centro cerrado y envenenado de Bellone que encontró al arquero Gola atento y una aparición en soledad de Menéndez para rematar muy arriba desde casi abajo del arco. Sin embargo, el partido se empozó promediando la media hora y los de la Lerma se tornaron repetitivos y bajaron intensidad, no sin antes pasar apremios en dos contras en las que se animó la visita. Así hasta el final de la primera etapa. Ya en el complemento los nervios desde adentro y la impaciencia desde afuera eran un cóctel nada recomendable. Aún así, tras un centro del Ratón, Acosta tuvo la más clara hasta entonces haciendo tronar el travesaño con un testazo (8’). Y a los 14’, la fórmula se invirtió: Lucas habilitó al tucumano con un centro cruzado e Ibáñez alcanzó a puntearla, pero el balón se fue muy cerca del caño izquierdo.
Sin embargo, el santo creció con el ingreso del otro Acosta y cuando se asoció con su homónimo. Y el protagonista de la tarde terminaría siendo el hasta entonces irresoluto y abucheado Zárate, para silenciar insultos, desahogar, descomprimir y darle al santo tres puntos vitales para arrancar.
Fuente: El Tribuno