Mientras el país se sacude por la condena a Cristina, en Salta el silencio de los principales referentes del peronismo es ensordecedor. Ni una palabra, ni una defensa, ni siquiera una tibia mención. ¿Oportunismo, cálculo electoral o simple cobardía?
La condena a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos contra Cristina Fernández de Kirchner por administración fraudulenta conmocionó el tablero político nacional. Referentes de todo el país salieron a posicionarse, ya sea en defensa o en crítica. Sin embargo, en Salta, los líderes del peronismo, salvo alguna excepción, optaron por mirar para otro lado.
Ni Gustavo Sáenz, ni Pamela Calletti, ni mucho menos Pablo Outes abrieron la boca. Tampoco dijeron nada los intendentes peronistas. El hermetismo fue absoluto. En un escenario donde el peronismo siempre se ha mostrado como fuerza política combativa, el silencio llama poderosamente la atención.
Este mutismo no parece casual. La crisis del kirchnerismo y la caída de imagen de Cristina generan incomodidad. Muchos dirigentes salteños que hasta hace poco se mostraban cercanos hoy prefieren tomar distancia y hacer equilibrio. La supervivencia política manda, y en un año electoral, nadie quiere quedar pegado a una figura condenada, aunque se trate de la líder histórica del espacio.
Lo cierto es que la omisión también dice mucho. El silencio no es neutral. Deja en evidencia una dirigencia temerosa, que prefiere especular antes que sostener convicciones. Resulta paradójico que quienes se formaron al calor del proyecto kirchnerista hoy opten por esconderse bajo la alfombra cuando ese mismo proyecto está en jaque.
Lo ocurrido revela el deterioro del liderazgo político y la falta de coraje en el “pejotismo” salteño. Mientras Cristina enfrenta uno de los momentos más difíciles de su carrera, en Salta sus “compañeros” del partido decidieron borrarse. Una señal más de que, para muchos, la lealtad termina donde empieza el cálculo personal.